¿Puede el olvido sobrevivir a la Blockchain? Entre el arrepentimiento y la inmutabilidad

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El olvido ha sido parte esencial de la experiencia humana. Olvidar permite sanar, corregir, proteger. En el ámbito jurídico, el derecho al olvido se ha consolidado como una garantía frente a los excesos de la exposición digital.

En la vida cotidiana, olvidar es una forma de seguir adelante. Sin embargo, en el universo de las criptomonedas y la tecnología blockchain, el olvido enfrenta un obstáculo estructural: la inmutabilidad.

La promesa de la permanencia

La promesa de la blockchain se basa en la permanencia. Cada bloque registrado queda fijado en una secuencia que, por diseño, no puede ser alterada.

Esta característica ha sido celebrada como garantía de transparencia, trazabilidad y resistencia a la censura. Pero también plantea un dilema ético: ¿qué ocurre cuando lo que se registra es erróneo, humillante o sensible? ¿Qué pasa cuando una persona desea borrar un fragmento de su pasado, pero la tecnología lo impide?

Queremos explorar esa tensión entre el derecho al olvido y la arquitectura inmutable de la blockchain. No se trata de una discusión técnica, sino filosófica. En el fondo, la pregunta es si una sociedad puede sostener la dignidad humana cuando el arrepentimiento carece de espacio.

Permanencia: virtud y obstáculo

La inmutabilidad de la blockchain ha sido presentada como una virtud. En un mundo donde los datos pueden ser manipulados, contar con registros incorruptibles resulta atractivo: las transacciones quedan asentadas sin intermediarios, los contratos se ejecutan sin necesidad de confianza externa y los sistemas descentralizados operan sin jerarquías.

Sin embargo, esa misma permanencia puede convertirse en obstáculo. Cuando una persona comete un error, cambia de opinión o desea corregir una acción pasada, el sistema no ofrece mecanismos para hacerlo. El registro permanece visible para cualquiera que lo consulte. Incluso si el contenido ya no tiene vigencia, su existencia sigue afectando la reputación, la privacidad o la seguridad del individuo.

En este contexto, la blockchain no distingue entre verdad y error, entre justicia e injusticia. Solo distingue entre lo registrado y lo no registrado. Y eso plantea una pregunta incómoda: ¿puede una tecnología que impide el olvido ser compatible con una ética del arrepentimiento?

Casos en los que el olvido es necesario

Existen múltiples situaciones en las que el olvido no solo es deseable, sino necesario. Por ejemplo, cuando se vinculan datos personales a activos digitales sin consentimiento, o cuando una dirección pública queda asociada a una actividad ilícita que luego se demuestra infundada.

También ocurre en casos de reputación digital, donde una interacción desafortunada queda registrada y afecta la vida laboral o social de una persona.

En algunos entornos descentralizados, los usuarios participan en sistemas de gobernanza, intercambian activos o publican contenido que queda vinculado a su identidad digital. Si en algún momento desean desvincularse, el sistema no ofrece una vía clara para hacerlo. El contenido puede dejar de ser visible, pero el registro permanece.

Incluso en contextos donde se emplean mecanismos de privacidad avanzada, el problema persiste: la ocultación no equivale a eliminación. El dato sigue existiendo, aunque resulte menos accesible. Y eso, en términos éticos, no siempre basta.

El archivo como poder

Desde una perspectiva filosófica, el archivo no es una simple colección de datos: es una forma de poder. Jacques Derrida lo planteó con claridad: quien controla el archivo, controla la memoria. Michel Foucault lo vinculó con la vigilancia, y Hannah Arendt con la construcción del mundo común.

En la blockchain, el archivo se descentraliza. No hay curadores ni editores. El sistema registra sin filtro, sin contexto, sin posibilidad de corrección. La memoria se automatiza, y con ello se pierde la capacidad de discernir qué merece ser conservado y qué debería ser olvidado.

Esta automatización del archivo plantea un dilema profundo. ¿Puede una sociedad ética delegar la memoria a un protocolo? ¿Qué ocurre cuando el archivo deja de ser humano y se convierte en estructura técnica? ¿Cómo se garantiza la justicia en un sistema que no contempla el arrepentimiento?

¿Es posible borrar en blockchain?

Desde el punto de vista técnico, se han explorado diversas soluciones para mitigar el problema. Algunas redes permiten marcar ciertos registros como inválidos, sin eliminarlos.

Otras emplean pruebas criptográficas que permiten ocultar información sin borrarla. También existen mecanismos para destruir activos digitales, aunque el registro de su existencia permanece.

Estas soluciones ofrecen cierto alivio, pero no resuelven el dilema ético. El dato sigue existiendo, aunque resulte menos visible. La persona afectada continúa vinculada a un registro que no puede modificar. Y eso limita su capacidad de corregir, de sanar, de reconstruir su identidad.

La ocultación puede ser útil en términos prácticos, pero no sustituye el olvido. El arrepentimiento exige la posibilidad de borrar, de empezar de nuevo. Y eso, en la arquitectura actual de la blockchain, resulta difícil de implementar.

El arrepentimiento como acto humano

El arrepentimiento no es una función técnica: es una experiencia humana. Implica reconocer un error, asumir sus consecuencias y buscar una forma de reparación. En muchos casos, esa reparación incluye el olvido. No como negación, sino como acto de compasión.

En sistemas donde el registro es permanente, el arrepentimiento pierde eficacia. La persona puede cambiar, pero el sistema no lo refleja. El pasado permanece visible, sin matices, sin contexto. Y eso afecta la dignidad.

Una sociedad que impide el arrepentimiento limita la posibilidad de transformación. El sujeto queda fijado en una versión anterior de sí mismo, sin espacio para evolucionar. La memoria se convierte en prisión, y el archivo en castigo.

¿Qué tipo de memoria queremos construir?

La tecnología blockchain ofrece múltiples beneficios. Su capacidad para garantizar transparencia, seguridad y descentralización ha transformado sectores enteros. Pero también plantea desafíos éticos que deben ser abordados con seriedad.

El derecho al olvido no busca eliminar la historia, sino proteger la dignidad. En un mundo donde todo queda registrado, resulta imprescindible preguntarse qué merece ser conservado y qué debería poder desaparecer. No por capricho, sino por justicia.

La memoria ética no se construye solo con datos. Se construye con discernimiento, con compasión, con capacidad de corregir. Si la tecnología impide el olvido, entonces debe ofrecer otras formas de reparación. De lo contrario, corre el riesgo de convertirse en obstáculo para la dignidad humana.

Y entonces

La tensión entre el derecho al olvido y la inmutabilidad de la blockchain no se resolverá con una solución técnica. Requiere una reflexión profunda sobre el tipo de sociedad que queremos construir.

Una sociedad justa no se define por la cantidad de datos que conserva, sino por la forma en que trata a quienes desean corregir su pasado. Si todo permanece, debemos decidir qué merece quedar. Y esa decisión no puede ser delegada al protocolo: debe ser asumida por la comunidad, con responsabilidad, con ética, con humanidad.

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